La Noche oscura del alma es una metáfora utilizada para describir una fase en la vida espiritual de una persona, marcada por un sentido de soledad y desolación. Se dice que las fases por las que pasa el alma en una noche oscura son dos: la primera es de la parte sensorial o sensitiva del alma, la segunda de la parte espiritual.
Para evolucionar y crecer como personas, en algún momento de nuestra vida, todos necesitamos experimentar nuestra propia “noche oscura”. Una etapa donde emociones como la ansiedad o la desesperación se apoderarán de nosotros, perturbando nuestra mente y nuestro ego. Esta obra junto con otra mas, son el retrato de mis últimos 4 años y en especial este último en el que viví en mi propia carne la noche oscura del alma después de un divorcio doloroso y transformador. La búsqueda de uno mismo lleva implícita la firmeza de continuar siempre para adelante. Implica aprender a superarse reiteradamente, para ir aumentando lentamente los límites de la propia identidad. Una ruptura actúa como un catalizador que nos impulsa a convertirnos en una mejor versión de nosotros mismos, es una oportunidad para EVOLUCIONAR y transformarnos en una mejor versión. Encarar con decisión esa noche oscura es lo que conseguirá que salgamos de ella reforzados, como una persona diferente, con otra actitud vital. Nadie asegura que sea algo fácil, puede parecer una auténtica travesía por el desierto, pero el resultado será el desarrollo personal y espiritual. Nosotros mismos somos los únicos que podemos definir lo que queremos hacer de nosotros mismos.
Así, cuando afrontamos una catástrofe personal, hablamos de resiliencia, que es la facultad de sobreponerse a los grandes reveses de la existencia. Un momento cumbre en todo proceso de maduración personal es cuando ampliamos nuestra perspectiva y vemos las situaciones cambiantes de la vida no en clave de limitaciones, sino de riqueza y evolución. Con este espíritu dejamos de sentirnos víctimas de las adversidades ya que nos integramos en un horizonte más amplio.