Esta es una obra maestra de arte que captura la esencia vibrante y alegre de la cultura colombiana, particularmente de la costa. Realizado con la meticulosidad del óleo, la riqueza de la pasta y la vitalidad del acrílico, este cuadro es una oda visual a la tierra de mi madre.
En el centro de la composición, una niña se convierte en la protagonista, personificando la inocencia que caracteriza a la juventud. Sus facciones están bañadas en tonos cálidos que rinden homenaje a la rica paleta de colores de nuestra tierra, un vínculo palpable con la Costa colombiana. El contraste audaz se manifiesta a través de sus gafas rojas, sus labios y uñas rosadas, elementos que resplandecen como destellos de vitalidad.
La expresión en el rostro de la niña evoca curiosidad y asombro, invitando a los espectadores a sumergirse en su mundo lleno de maravillas y descubrimientos. El cuadro, con su enérgico uso del color y la textura palpable, no solo deleita visualmente, sino que también despierta los sentidos y revive recuerdos arraigados en la tierra de mi madre.
Este lienzo es una sinfonía de contrastes y texturas, una pieza que ilumina y alegra cualquier espacio que ocupa. Es una ventana a la belleza y la inocencia que perduran en nuestra cultura colombiana.