Inspirado en mi Tía Cleta. Matemática, química y twitera profesional. Independiente y autosuficiente desde el siglo pasado, más o menos desde cuando aprendió a caminar y al mismo tiempo volar. Me quiere con ese amor que, sin entenderlo bien cuando uno recién nace, se siente por instinto, así que lógicamente yo a ella la adoro de la misma manera o más. María Clemencia también rima con dependencia, pero por parte de los que la necesitamos. Tenía una melliza que era mi mamá, quién murió hace muchos años, y naturalmente mi Tía Cleta se esforzó por llenarme el vacío de un luto muy temprano, sabiendo que ella sobrellevaba uno peor. Tuve suerte. La consanguinidad evolucionó a una amistad con las décadas. Nunca nos quedamos sin tema porque nuestros cerebros funcionan de forma opuesta. Es como mirarme en el espejo. Yo levanto la mano derecha y ella la izquierda. En nuestro plano cartesiano ese paralelismo antagónico es el que nos une y nos engancha en discusiones apasionadas donde el tono de las horas cambian de claro día a oscuro noche sin darnos cuenta. Mientras yo soy la incógnita X de sus intrincadas ecuaciones, ella es uno de los flamencos "fucsia felicidad" que colorean mis lienzos.