Quizá, si nos juntamos, calentaríamos esta heladez que nos paraliza a los dos. Hagámoslo, y veremos como surge un rayo del sol en nosotros, dejemos que nuestra vida fluya en llamas que nos dan refugio, que nos protegen de la frialdad del mundo. Busquémonos cuando necesitemos algo de calor. Pero cuidado, no nos vayamos a descomponer al generar una combustión eterna incontrolable, puesto que acercarse demasiado al fuego quema. Más bien, seamos como linternas, linternas que se vuelven a llenar de luz al estar juntas por acción de una sutil combustión.