El "yo" no es algo rígido y estático, sino algo múltiple y fugaz. De hecho, la construcción del "yo" termina siendo un diálogo entre distintas temporalidades en un mismo espacio. Día a día invocamos a lo que fuimos tiempo atrás, lo cual, se refleja en ejercicios de memoria y de aprendizaje. De esta manera, cuando vemos una llama, el niño que alguna vez fuimos resucita y nos advierte del peligro que significaría meter las manos al fuego. Con cada aprendizaje, una versión nuestra muere para transformarnos en otra, así, el día que dejemos de cambiar desembocaría la muerte absoluta, el final de todo.
En esta pintura, intento dar cuenta de una pequeña parte del "yo", donde interactuan distintas temporalidades de una forma armónica hasta conectar todo con un beso de amor propio en un espacio bidimensional. Quizá, a muchos les falta amarse más a sí mismos antes de amar a alguien más.
Dato Curioso: esta, es la acuarela más grande que he pintado (del tamaño de un pliego) y la hice de una manera diferente, aplicando primero una base de ecolin, dando como resultado, unos colores más vivos. Fue toda una experimentación (y un gran reto de varias semanas).