Parafraseando lo que dijo un profesor en la universidad: "Están en una etapa de la vida de confusión, porque ya no son niños, pero tampoco son adultos".
Esta es una obra bastante personal, que curiosa y un poco simbólicamente pinté en mi cumpleaños por un montón de horas seguidas, hasta el punto de no haber dormido ese día.
En este punto de mi vida, veo en el pasado ese capullo sostenido por un árbol cada vez más grande y esa capa blanca que me quité, despojándome así de la inocencia y la pureza del niño, siempre de alguna forma intentando madurar, como una metamorfosis. Por otro lado, está el frágil futuro, en el que en todo momento la muerte nos observa, analizando cuándo lanzar sus garras para devolvernos a la tierra. Y, por supuesto, en el centro está mi yo de aquí y ahora, con dieciocho años, cabello largo, curiosidad y entusiasmo por seguir descubriendo el mundo después del encierro.