A veces me encuentro resguardadas entre las sombras a palomas cojas que levantan su pata mala para apoyarse sobre la buena, casi como los flamencos. Una vez, me topé con una en la entrada de un apartamento y por el cómo se veía el lugar, parecía que la paloma llevaba allí lastimada varios días, contraída entre sí, quizá para mantener el calor y descansar. Sorprende saber que pese a que estas aves se movilicen la mayoría de tiempo mediante sus alas, un problema con una pata pueda inmovilizarlas. Tiempo después, no supe más de lo que pasó con la paloma.